Mi colaborador de cabecera, José A. San Miguel, comenta con lógica concluyente, el fatídico historial de la situación actual, concediendo la autoría de ella a los "intocables".
La historia se repite.
El déficit y los recortes
Uno no debe de gastar más de lo que puede pagar. No se debe de poner el carro delante de los bueyes, como diría mi suegra. Esta verdad incontrovertible se puede aplicar a un país, una comunidad autónoma, un ayuntamiento o un particular. Si tu nivel económico no te da para tener un coche como el de tu vecino es ridículo que pidas un préstamo para pagarlo. Si lo haces, hipotecas unos años de tu vida pero sigues siendo igual de pobre. O, puede que más, que el del banco sabe una “jartá” de interés compuesto. Aparentar que se tiene es muy complicado, hace sufrir y no se puede mantener mucho tiempo.
Si entras en esa dinámica, después del coche vendrá el televisor de plasma de muchas pulgadas y todo HD, o la tableta digital de moda, o la moto, o … tantas cosas. Y todo ello convenientemente financiado. Porque tú, que eres un avezado economista y lees Cinco Días y Expansión, sabes que, al precio que está el dinero y lo que te cuesta ahorrar, es mejor pedirlo prestado. Y en un éxtasis consumista pides un préstamo para pagar otro préstamo. ¿Pero no te has dado cuenta que tu economía es finita? El del banco sí que lo ha percibido y ya no te presta más, se conforma con que le devuelvas todo lo que te ha prestado. Y como sabe que eres un pícaro se lo ha dicho al banco vecino para que tampoco te preste y al final sean más los perjudicados por tu mala cabeza.
Y el sueño se convirtió en pesadilla. Te embargan el coche por falta de pago. Has renunciado a la suscripción a Canal + con lo bien que se veía en el plasma. Has puesto la tableta en eBay esperando que te la compren a buen precio. Conservas la moto para poder moverte un poco, pero hace ya dos vueltas al mundo que no le cambias el aceite ni los neumáticos. Y ahora sí que se nota que eres “un tieso”, pero ya sin dignidad.
En España y en toda Europa tanto gobiernos centrales como autonómicos se han ido endeudando hasta superar en mucho sus posibilidades. Quienes entonces prestaron el dinero quieren asegurarse ahora de que van a recuperarlo, intereses incluidos, claro está. Para conseguirlo nos “fuerzan” a controlar el déficit (so pena de quitarnos también la moto), no importa a qué precio ni con qué renuncias. Ese no es su problema.
Los que nos llevaron a esta situación han sido personas de primer nivel académico, reconocidísimos gurús financieros, preclaros economistas. Lo mejor de lo mejor. Y todos elegidos, directa o indirectamente, por nosotros. Pero, ¿ninguno supo ver que estábamos poniendo el carro delante de los bueyes? Pues no serían tan listos, digo yo. Tengo para mí que la economía es a la ciencia lo que la alquimia es a la química, algo esotérico. Confío tanto en los economistas y sus predicciones económicas como en el horóscopo de los periódicos, que aciertan muy de vez en cuando. Como ya dijo alguien “la economía es una ciencia útil para explicar el pasado y completamente inútil para predecir el futuro”.
Sin embargo, a los artífices de esta situación no los verás en las colas del paro, seguirán de consejeros delegados, presidentes de grupos empresariales, dirigiendo bancos centrales o portando una cartera ministerial. En fin, buscándose la vida por esos mundos de Dios. Los menos afortunados calentarán silla en el congreso de los diputados, aplaudiendo obedientes cuando sea menester.
La conminada reducción del déficit nos obligará a apretarnos el cinturón hasta casi impedirnos la respiración, castigados hasta que consigamos poner a los bueyes delante del carro. Confío que, más pronto que tarde, lo lograremos. Y espero verlo.
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