Los Platillos Volantes
No te alarmes que es no es
otro escrito sobre el famoso tango del coro “Los Bichitos de Luz”.
En esta ocasión me refiero a
un dulce (durse en Cádiz, donde suena con compás, algo así como un el son
de Santiago de Cuba) que se elaboraba en Cádiz allá por los años 50 y que se extendió
hasta los comienzos de la década de los noventa, en que desaparecen como el
concepto “calidad de vida” impuesto por los chicos del simpático Montorito.
A ese platillo volante que
hace unos días me pidió la receta mi amigo de instituto J.A. (Que por cierto y
sin que él se entere, está hecho una mierda desde que se puso a régimen de no beber cerveza y no comer chicha,
un asquito, con lo nutridito que antes me era.), a ese que se niega a resurgir
del obrador de la calle la Torre, a ese es al que quiero aludir.
No he encontrado nada de su
elaboración; incluso “molestando” a mis amigos de nobles fogones y cucharones
de rancios abolengos, sabedores de lo divino y humano en cuanto a cocina se
refiere.
Así que mucho me temo,
querido J.A., que en lo que se refiere a platillos volantes, vas a
tener que contactar con el tal Iker Jiménez, y si quieres recordar algo rancio
mientras tanto, invoca a la muñeca inflable que hacía de copiloto del Seat 600
comercial del individuo de Los Picos Brasileños en la sucursal de la Plaza de
Mina.
Un fuerte abrazo y date un
pequeño homenaje con el menudo de mi amiga Inés,
de la Tabernita de la calle de la Palma,
te vendrá bien y te alimentará barriguita y alma.